lunes, 26 de agosto de 2024

VILAR DE MOUROS 2024-CAMINHA-PT-22 DE AGOSTO DE 2024





Aunque la celebración de sus diferentes ediciones no ha sido regular en el tiempo, lo cierto es que el festival Vilar De Mouros tiene a bien poder decir que es uno de los antiguos, sino el más, de la Península Ibérica, Sus primeras ediciones como certamen folklorica de la región del Alto Minho y Galicia se remontan a mediados de la década de los sesenta. Fue con su edición de 1971 cuando se convirtió en un referente de la música de vanguardia contando con las actuaciones de artistas internacionales como Elton John y Manfred Mann's Earth Band. La siguiente edición no llegaría hasta la década de los 80 contando con unos emergentes U2, Echo & the Bunnymen y The Stranglers, entre otros. Ya en los 90 el festival regresó con una nueva orientación contando en las sucesivas citas con nombres de la talla de The Pretenders, Beck, Neil Young & The Crazy Horses, Bob Dylan, The Cure, Guano Apes, y más cercanos a nuestro rollo contando con bandas totalmente consagradas como Sepultura, Nightwish, Cradle Of Filth, Anathema, Within Temptation, Rammstein, Megadeth o Iron Maiden. En definitiva, un festival ecléctico y en el que siempre han tenido cabida las diferentes tendencias dentro de la música pop y el rock en cualquiera de sus múltiples vertientes aunque sin descuidar los artistas locales.



En esta edición, de las cuatro jornadas festivaleras, la más destacada para los seguidores de las sonoridades más duras era la segunda, la del jueves 22 de agosto ya que reunía en su cartel a los locales R.A.M.P., a todo unos ilustres dentro de la escena internacional como son los Moonspell que capitanea Fernando Ribeiro, al incombustible Max Cavalera que se presentaba junto a Soulfly. Sin embargo, una de las atracciones para el público portugués era la descarga de unos clásicos incombustibles de la escena lusa como Xutos & Pontapés. Mientras que los elegidos para cerrar por todo lo alto la velada fueron, unos que ya se dejaron caer por aquí en 2019, los británicos The Cult.

Las actuaciones empezaban a media tarde, a las 18 horas, y se llevarían a cabo en un recinto amplio, en el que la acción se desarrollaría en la zona central donde se ubicaba un amplio escenario flanqueado por sendas pantallas laterales, que ofrecerían imágenes de lo que sucedía sobre las tablas, mientras que los servicios y el espacio destinado a la restauración, donde cabe destacar la amplia oferta en cuanto a comida se refiere, estuvieron ubicados en los laterales del recinto.


R.A.M.P.


Con el sol todavía pegando fuerte un servidor accedió al recinto cuando acaban de salir a escena los locales R.A.M.P., una banda que personalmente desconocía pero que son un referente indiscutible para nuestros vecinos a la hora de hablar de heavy metal, y es que el combo de Seixal lleva en activo desde finales de la década de los ochenta, amén de ser una de las primeras formaciones de metal que metió la nariz en los charts lusos, y eso se notó en la facilidad que tuvieron para conectar con un público que no paró de animar y acompañar algunos de sus estribillos más conocidos y coreables.


Comandados por el incombustible guitarrista Ricardo Mendoça la banda nos brindó un show sólido, rotundo y muy compacto dando buena cuenta de un sonido potente y muy cañero, en el que pudimos apreciar tanto influencias propias del thrash, como de elementos del groove, proponiéndonos algunas andanadas que por momentos llegaron a recordar a bandas como Pantera en temas como “How”. De entre los temas que más movieron al personal sin duda me quedaría con las atmósferas más densas y envolventes de “Alone”, rescatada de su “Nude” de 2003. Pero sin duda algo que me gustó, y mucho, fueron las presentaciones de su vocalista Rui Duarte, quien además de recordar a los presentes que esta era su tercera participación en el festival, habiendo coincido en el 2000 con los mismísimos Iron Maiden, dedicó varios temas a esos que desde su poltrona casera sentencian que el metal está muerto y enterrado. La respuesta del personal fue de lo más efusiva, y más cuando el frontman presentó a su nueva incorporación a las seis cuerdas, David, hijo del ya mencionado Ricardo antes de atacar su cover de Antonio Variacôes “Anjinho Da Guarda”. Los ánimos del personal seguirían en aumento a la hora de afrontar una recta final que estuvo marcada por temas repletos de furioso groove y toques nu metaleros como “Drop Down”, con el vocalista bajando del escenario para recorrer el pasillo central que dividía las primeras filas y saludar al personal. El cierre definitivo para este primer asalto de la tarde corrió por cuenta de la primeriza “Try Again”, que nos dejaba al personal empujando al máximo a la hora de levantar los puños y apoyar en sus contagiosos coros.


MOONSPELL


Los encargados de recoger el testigo y seguir calentando esta soleada y calurosa tarde de Agosto fueron Moonspell. He de admitir que la formación que capitanea el carismático Fernando Ribeiro es una de las debilidades de un servidor. He tenido ocasión de verles en muchas ocasiones, desde aquella primera vez a mediados de la década de los noventa abriendo para Morbid Angel, y he de reconocer que, aunque no siempre he estado de acuerdo con su evolución musical, siempre me han parecido una banda sólida, convincente y que ha sabido reinventarse para no caer en la repetición. No era esta la primera vez que un servidor tenía ocasión de verles en su tierra, en Portugal, y si en nuestro país son una banda querida, uno puede imaginarse el tirón y el arraigo del que gozan a este lado de la frontera.

Aunque tampoco era la primera vez que tenia ocasión de verles a plena luz del día, sus apariciones en los festivales de nuestro país son otro clásico, lo cierto es que cuando su música da sus mejores prestaciones es arropada a luz de la luna. Sea como fuera, Moonspell tenían claro que había que defender un legado que, a día de hoy, se extiende más allá de las tres décadas de andadura..., y vaya si lo hicieron. Antes de empezar a desgranar lo que fue su descarga me gustaría comentar un par de puntos que me llamaron la atención. El primero, es que dejaron totalmente aparcado el material de su última entrega de estudio “Hermitage”, de 2021. Y el segundo fue el gran protagonismo que concedieron a trabajos como “The Antidote” (2003), o la obra conceptual que dedicaron al gran terremoto que devastó la ciudad de Lisboa “1755”, (2017), en la parte final del show.

Aparecieron con las pilas bien cargadas, desafiando al sol y vestidos de riguroso negro, con Fernando enfundado en una cruzada negra sin mangas para sorprender a más de uno dando buena cuenta de un clásico imprescindible como “Opium”, que ponía el listón bien alto desde los compases iniciales del show. Jugaban sobre seguro, jugaban en casa, contaban con el apoyo de los más fieles, y eso se notó en la respuesta que obtuvieron piezas como la que prestaba título a su entrega de 2015 “Exticnt”, que llegaba acompañada de los vítores del respetable mientras su carismático frontman mostraba orgulloso su habitual pie de micro con el anagrama de la banda.

Estaba claro que Moonspell estaban aquí para representar la facción más dura del metal luso, pero todos sabemos que a lo largo de los años la formación de Brandoa ha coqueteado con diferentes estilo. Así que a nadie le sorprendió las proyecciones de vidrieras eclesiásticas que acompañaron al imponente y majestuoso“Night Eternal”, que servía para que los más fieles elevaran los puños para corear su imparable e hímnico estribillo. Aunque como era previsible casi todas las miradas se centraron en la figura de Fernando, lo cierto es que a lo largo del show destacaron tanto por su sobriedad como por su presencia escénica las figuras del guitarrista Ricardo Amorim, el teclista y también guitarrista Pedro Paixao, como del incansable bajista Aires Pereira, quien formó un tándem rítmico de lo más convincente junto al batería Hugo Rebeiro mientras agitaba la cabeza frenéticamente durante los compases iniciales del inquietante y devastador “Finisterra”.

A lo largo de su descarga Fernando no dejó pasar la ocasión de nombrar a todas y cada una de las bandas que formaban parte del cartel de esta jornada, dejando claro su admiración por todos sus compañeros. De modo que tras enumerarlos tocaba invitarnos a adentrarnos de lleno en un segmento del show que estuvo marcado por el material de lo que fue su sexta entrega de estudio “The Antidote”, siendo la encargada de abrir ese capítulo la hiriente y densa “In And Above Men”; que nos helaba la sangre con la combinación de sus vibrantes increscendos instrumentales y las partes en las que Fernando susurraba sus líneas vocales. Los ánimos del personal se dejarían notar con fuerza junto la percusión que nos anunciaba la llegada de “From Lowering Skies”, haciéndonos cambiar de registro para adentrarnos en tesituras más etéreas y ambientales, con Fernando echando mano de sus registros más graves e hipnóticos para acabar recabando una cerrada ovación. Mucho más hirientes, afiladas e incisivas sonaron las guitarras que se encargaron de flanquearnos el paso hacia “The Southern Deathstyle”, para posteriormente adentrarnos en su densas oscuridad opresiva.

Con la gente completamente entregada y animando incansablemente nos tocaba fijar el objetivo en su etapa más reciente.Así que para proseguir su descarga el quinteto hizo escala en su obra de 2015 para proponernos la combinación perfecta entre la rabia y furia death metalera con los aromas más netamente gothic del camaleónico “Breathe (Until We Are No More”, que hacía que el recinto se pusiera literalmente patas arriba cada vez que Fernando se aproximaba al filo del escenario para buscar la entusiasta respuesta del respetable. Con las imágenes de su video-clip proyectadas sobre la gran pantalla trasera que presidía el escenario arrancaba “Tremors Dei”, que nos dejaba al personal alzando nuevamente los puños cada vez que el carismático frontman silabeaba los versos de su implacable estribillo. Como era previsible, y más tocando en casa, Moonspell nos tenían preparada una jugosa sorpresa, y es que para acompañarles durante la interpretación del clásico “Raven Claws”, contaron con la presencia de la vocalista Mariangela Demurtas.

Tras recabar la cerrada ovación de un respetable que se lo estaba pasando en grande tocaba encarar la recta final del show, y para ello que mejor que volver a contar con la participación de una audiencia que respondió a la demanda apoyando al máximo a la hora de entonar el imparable estribillo de “Todos Os Santos”, escenificando la perfecta sintonía entre la banda y sus seguidores. Lamentablemente el tiempo de Moonspell se estaba agotando pero antes de abandonar las tablas definitivamente Fernando y sus muchachos todavía tuvieron tiempo de abrazar la bandera de su país mientras nos invitaban a tomar parte de ese himno, -cantando su melodía y saltando incansablemente-, que lleva por título “Alma Mater”.En definitiva, triunfo incontestable de unos Moonspell que gustaron y convencieron, aunque he de reconocer que siendo un fan clásico de la banda me quedé con las ganas, aunque fuera a plena luz del día, de escuchar temas como “Vampiria” o “Mephisto”.


SOULFLY


Estos meses veraniegos están siendo de lo más ajetreados para Max Cavalera, quien ha estado primero con Cavalera Conspiracy y posteriormente con Soulfly tocando incansablemente por todo el viejo Continente. Aunque para muchos puede sonar hasta a sacrilegio, lo cierto es que el legado que ha dejado un músico como Max, especialmente para los que descubrimos el metal a finales de la década de los ochenta, es totalmente incontestable, siendo uno de los músicos más influyentes de las últimas décadas. Evidentemente, eso no implica ser indulgente con él, y no saber ver los alti bajos que ha tenido a lo largo de una carrera que se extiende a lo largo de las últimas cuatro décadas.

En cualquier caso, si de algo va sobrado el bueno de Max es de carisma. Como decía anteriormente, quizás sus últimas producciones de estudio no estén entre las más destacadas de su longeva trayectoria. Tampoco ayuda que en el presente tour haya dejado aparcados todos los clásicos de Sepultura, obviamente ya los está tocando con su hermano, y que confíe únicamente en el material de Soulfly. Pero, lo que está fuera de discusión, es que las primeras entregas de su proyecto personal, una vez salió de Sepultura, se han convertido en obras incontestables, que han influido a una generación de músicos y fans, y que de alguna forma marcaron el camino para todos aquellos que se adentraron dentro del metal a principios del presente milenio.

Para acompañarle en esta nueva andadura europea Max está confiando en su hijo Zyon para que se encargue de la batería, en el bajista Mike Leon y en el guitarrista Mike DeLeon, conformando una alineación robusta y muy compacta, que defendió a la perfección el legado que facturó en su segunda etapa el mayor de los hermanos Cavalera. Con la tarde ya cayendo aparecían en escena Soulfly, con muchas ganas de agradar, de convencer, pero sobre todo de hacernos botar intensamente al son de viejas favoritas como “Back To The Primitive”. Aunque, lógicamente, el orondo frotnman ya no está tan ágil, ni se muestra tan enérgico, como antaño, lo cierto es que me llamó la atención que se movió bastante más que en las últimas ocasiones que he tenido ocasión de verle, ya que incluso pudimos ver como se animaba a botar durante los compases iniciales de “No Hope=No Fear”.

Como en él viene siendo habitual, Max se mostró cercano y muy comunicativo con el respetable, siendo muy incisivo y crítico a la hora de las presentaciones, demostrando que pese al paso de los años no ha perdido ni una pizca de actitud y espíritu combativo. Y es que aunque, tal y como comenté anteriormente, el repertorio de esta tarde/noche estuvo muy centrado en los primeros trabajos de Soulfly, tampoco faltó algún guiño a su material más reciente en forma del abrasivo “Superstition”, que hacía que frente al escenario se alzará una densa nube de polvo propiciada por un concurrido circle-pit, para acto seguido y sin apenas darnos tiempo para recobrar el aliento adentrarnos de lleno en las tesituras más netamente punk que nos marcaron las sucias guitarras de “Downstray”, que fue la elegida para representar el material de “3”.

Una nueva mirada al pasado, a lo que fueron los primeros años de Soulfly, nos abocaría sobre la desquiciante “Bumbklatt”, que ponía a todo el mundo a dar palmas y a botar incansablemente mientras los más veteranos podíamos apreciar perfectamente las conexiones con lo que fue el sonido de los Sepultura de la década de los noventa. A estas alturas de la descarga la conexión entre Max y sus incondicionales era ya incontestable, y eso es algo que pudimos apreciar perfectamente lo largo de “Fire” y “Porrada”, con el personal dejándose la garganta como sino hubiera mañana.

Posteriormente llegaría, por lo menos para un servidor, una de las sorpresas negativas de su descarga. Y es que en esta ocasión el berimbau que suele anunciar la llegada del imprescindible “Tribe”, sonó grabado, con lo que nos perdimos el ritual de Max aporreando sus cuerdas mientras la gente jalea incansablemente, y eso fue algo que a la postre acabó restando bastante pegada a uno de sus incontestables clásicos. En cualquier caso, donde si que la gente se animó al máximo fue a la hora de acompañar otra de las imprescindibles como es “Bleed”, para la que se sumó a la fiesta Richie Cavalera, aunque su micrófono no acabó de funcionar correctamente.

Sin duda si hay algo que marcó la trayectoria de Soulfly, especialmente durante sus primeros años, fue su capacidad de innovar dentro de la música más pesada, sin perder en ningún momento la garra para conectar con las audiencias masivas, y eso es algo que aún a día de hoy se puede palpar en temas como “Bumba”. Sin embargo, estaba claro que el cuarteto quería protagonizar un fin de fiesta humeante, dando a sus seguidores argumentos para botar y agitar la cabeza, y para ello que mejor que confiar en la rotundidad metalera del exultante y acelerado “Frontlines”, pura garra thrashera que hizo que una densa nube de polvo volviera a alzarse frente al escenario.

La rabia más cruda y absolutamente seminal saldría a relucir a lo largo de otra de las gemas de la primera época que Max ha repescado para el presente tour: “No”, rotunda, directa, certera, y definitivamente ideal para que la gente enloqueciera cada vez que tocaba alzar el brazo para gritar su rotundo título. Por supuesto que la gente quería más, y Max y sus secuaces no estaban dispuestos a marcharse sin darnos una última oportunidad de saltar con ellos siguiendo el enérgico ritmo de “Jumpdafuckup”, antes de rematar su descarga con ese clásico que se ha convertido en imprescindible para todos sus seguidores: “Eye For An Eye”. No, en absoluto, no creo que la descarga de Soulfly fuera la mejor que les he visto en los últimos 20 años. Pero sin duda si algo tengo claro es que Max no ha perdido ese carisma, ese aura especial, que le sigue permitiendo poner a todo el auditorio a botar incansablemente cada vez que se planta frente a un micrófono.


XUTOS & PONTAPÉS


Los siguientes en tomar el escenario del festival Vilar De Mouros fueron unos ilustres veteranos dentro de la escena lusa como son Xutos & Pontapés. El combo lisboeta lleva en activo desde finales de la década de los setenta, y puede presumir de ser una de las formaciones más exitosas, longevas y reconocidas dentro de la escena del pop-rock portuguesa. Evidentemente, su público es de lo más heterogéneo, en cuanto a edad y estilos se refiere, lo que hace que sus presentaciones se acaben convirtiendo en una auténtica fiesta.


Sin embargo, un servidor aprovechó su descarga para acercarse a la zona de restauración y proveerse de provisiones de cara al tramo final de la jornada festivalera. En cualquier caso, desde la distancia pude seguir un show que, viendo la reacción de los presentes, estuvo cargado de éxitos y viejas favoritas. De entre las que más movilizaron al personal sin duda destacaría la inicial “Vida Malvada” y la celebradísima “Quem É Quem?”, que mezclaba los aromas más netamente rockeros con el sonido del saxo que les acompañó en muchos momentos de la velada.

Evidentemente, y como según me comentaron vienen siendo habitual en casi todas sus descargas, no faltó el recuerdo a su compañero fallecido Zé Pedro durante los prolegómenos de “Naô Sou O Único”, que se convirtió en uno de los momentos más emotivos de su presentación. Pero si algo no faltó en la descarga de los lisboetas fue el buen rollo y las ganas de cantar del personal en temas como “Para Ti Maria” y “À Minha Maneira”.

Para la parte final del show Xutos & Pontapés se reservaron el que según comentaron fue uno de sus primeros éxitos “ Sémen”. Mientras que el despiporre total llegaría con “A Minha Casinha”, con todo el mundo cantando como sino hubiera mañana, para dejar que el cierre definitivo, con los miembros de la banda alineados en primera fila del escenario y con una caja de batería, corrió por cuenta de “Homem Do Leme”.


THE CULT


Hay cosas que nunca van a cambiar. Relaciones tan frías y distantes como la eterna rivalidad entre dos antagonistas deportivos. Así ha sido siempre, y parece que va a seguir siendo, la relación entre Ian Astbury y Billy Duffy. Pero no nos engañemos, eso forma parte del encanto, de la magia de The Cult casi tanto, o más, que esa ristra de himnos que se han convertido en parte imprescindible de la banda sonora de la vida para varias generaciones de rockeros. Los británicos eran el acto más destacado de esta segunda jornada del festival luso. No lo iban a tener fácil tras la conexión que habían logrado unos Xutos & Pontapés que pusieron a gran parte del auditorio a cantar y bailar.


Sea como fuere los británicos han demostrado que son una banda especial, de otra pasta, que cuenta con la fuerza y el talento de un guitarrista como Mr. Duffy, y con el carisma, las excentricidades y la genialidad de un frontman imprevisible como Mr. Astbury, capaz de lo mejor y de lo peor. Así que la expectación era máxima por comprobar que versión de la banda nos íbamos a encontrar esta noche,... y, afortunadamente, en esta ocasión, salió cara. Durante los instantes previos al inicio del show pudimos ver como algunos miembros de la organización desmontaban las cámaras situadas en las dos plataformas que había situadas junto al escenario, con lo que las imágenes que pudimos ver a través de las pantallas fueron esencialmente planos largos, o con mucho zoom. En cuanto al montaje escénico fue bastante austero, con únicamente unos amplificadores colocados en el lado donde se situó un Billy Duffy que se mostró bastante frío y estático a lo largo de todo el show, muy preocupado en hacer que sus partes sonaran con la potencia e intensidad que siempre ha caracterizado su sonido.

Instantes antes de que el cuarteto, que esta noche estuvo completado por el polifacético batería John Tempesta y el bajista Charlie Jones, tomara el escenario para celebrar con todos sus seguidores portugueses sus primeras cuatro décadas de andadura, algunos miembros de su crew se encargaron de crear el ambiente idóneo para su descarga, esparciendo unas generosas cantidades de aromático incienso. Con la oscuridad de la noche cubriendo tanto el escenario como a los que nos posicionamos en las primeras filas, el tándem rítmico de la formación británica empezaba a dejarse notar con fuerza para marcar implacablemente el ritmo de la inaugural “In The Clouds”. La expectación era máxima, pero la euforia se desató definitivamente cuando apareció en escena, vistiendo una sudadera negra con capucha y unos amplios pantalones, pandereta en mano, Mr. Astbury para colocarse frente a su micrófono mientras la gente le jaleaba ruidosamente. Parecía que esta noche nos íbamos a encontrar con la faceta más fría y distante del vocalista, pero no fue así. Y es que Astbury no tardó en tirar la primera de sus panderetas al público, -durante la descarga lanzó unas cuantas-, para acto seguido zarandear enérgicamente su pie de micro y adentrarnos de lleno dentro de una potente versión de “Rise”, que a la postre fue el único recuerdo que se permitieron a su ya lejano “Beyond Good And Evil”, de 2001.

La fiesta no había hecho más que comenzar, todos sabíamos que esta iba a ser una noche especial, la banda está rememorando en este tour su cuarenta aniversario, así que era lógico pensar que en el repertorio de esta noche iban a estar representadas todas sus épocas, y así fue. Evidentemente, tampoco se dejaron atrás esos temas que se han convertido en clásicos imprescindibles no solo para sus seguidores sino para los amantes de la música en general. De modo que el recinto explotó cuando reconoció los compases iniciales de “Wild Flower”. Ya que hablamos del repertorio, he de reconocer que para un servidor fue una sorpresa reencontrarse con temas como el atmosférico “Star”, que si bien es cierto que no tuvo la misma acogida que su predecesor, si que sirvió para que pudiéramos comprobar la polivalencia de una banda que nunca se ha cerrado ninguna puerta a la hora de crear su música.

Por supuesto que en este repaso a sus cuatro décadas de andadura The Cult tampoco quisieron dejarse en el tintero algún guiño a su más reciente “Under The Midnight Sun”, de modo que no faltó a la cita “Mirror”, que nos dejaba con el vocalista haciendo acrobacias con el cable de su micro mientras espoleaba a un público que, -al igual que él-, parecía cada vez más animado. La elegida para representar la vertiente más marchosa, y me atrevería a decir que bailable, de los británicos fue “The Witch”, con el vocalista empuñando unas maracas hasta que la garra rockera de Mr. Duffy se acabó imponiendo al dar buena cuenta de unos poderosos guitarrazos marca de la casa para acabar redondeando uno de los momentos de la noche.

Fue a partir de ese momento cuando podría decirse que la banda empezó a desplegar toda su artillería pesada, confiando para ello en una retahíla de clásicos ochenteros que no hicieron más que hacer subir el nivel de intensidad del show. Y es que pese al paso de los años temas como “The Phoenix”, sirvieron para ratificar el alma netamente rockera de una banda absolutamente irrepetible. Otra de las que sirvió para contentar a sus fans más leales fue “Resurrection Joe”. Mientras que el momento de contemporizar los ánimos del personal llegó cuando los pipas sacaron sendas banquetas para Astbury y Duffy tomaran posiciones y se marcaran en acústico “Edie (Ciao Baby)”, para acabar recabando una cerrada ovación de un respetable que a estas alturas del show estaba ya completamente entregado.

No abandonarían el material de su aclamado cuarto álbum de estudio, el primero que grabaron junto a Bob Rock, “Sonic Temple” (89) , ya que la siguiente en sonar fue para regocijo de todos los presentes “Sweet Soul Sister”, con el vocalista regalándonos algunos de sus clásicos pasos antes de hacernos cantar mientras su “socio” a las seis cuerdas se mantenía en un estudiado segundo plano. Mucho más denso y pesado sonó el ritmo marcado y machacón de “Lucifer”, que hacía que el nivel de euforia entre los presentes decreciera momentáneamente. Afortunadamente la banda no tardó mucho en recuperar el pulso de la descarga dando buena cuenta de un trallazo incontestable como es el icónico “Fire Woman”, que nuevamente volvía a poner el recinto patas arriba, con todo el personal moviendo las caderas y cantando cada vez que Atsbury nos ofrecía su micrófono para cantar junto a él.

Para muchos, incluido un servidor, fue otro de los momentos de la noche, y es que cuando la banda empezó a desgranar otro de esos clásicos incontestables como es “Rain”, empezaron a caer unas finísimas gotas de lluvia que sirvieron para tiznar de épica su fantástica y emotiva interpretación. La inconfundible guitarra de Billy Duffy se encargaría de anunciarnos que había llegado el momento de viajar a los primeros tiempos de la banda para dar buena cuenta de las atmósferas etéreas y envolventes de “Spiritwalker”. La elegida para poner el punto y seguido a su brillante descarga fue la marchosa y roquera “Love Removal Machine”, que con ese riff netamente “Stone” y con las características inflexiones vocales de Astbury nos invitaba nuevamente a bailar.

Con la banda emergiendo de entre la oscuridad arrancaban los bises con los lentos y emotivos compases de “Brother Wolf, Sister Moon”, para dejarnos una nueva muestra de intensidad y buen gusto roquero. Pero sin duda lo mejor estaba todavía por llegar. Y es que el fin de fiesta definitivo, como ni podía ser de otra forma, estuvo reservado para “She Sells Sanctuary”, con una audiencia que acompañó com palmas y cantó intensamente siguiendo las indicaciones de un Astbury que se acabó desmelenando para firmar un cierre apoteósico.

Nunca fueron una banda al uso. Amados, odiados y criticados a partes iguales, The Cult pueden presumir de ser una banda capaz de llegar a un público de lo más dispar y heterogéneo. Eso sí, lo que nadie puede discutirles es esa prolífica colección de clásicos que nos han legado a lo largo de las últimas cuatro décadas. Y esta noche en Vilar De Mouros demostraron que siguen atesorando la garra, la convicción y el carisma necesarios para defenderlos en vivo.




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