Su última entrega de estudio “Humanoid”, era la excusa para su retorno a la capital catalana en una sala Razzmatazz que acabó registrando una magnífica entrada, pese a coincidir con otros conciertos importantes. Aunque, una vez más, todos echamos de menos al incombustible bajista Peter Baltes, la actual alineación del combo de Solingen, contando con Tornillo, la tripleta de guitarras que conforman el propio Hoffmann, Uwe Lulis y Philip Shouse, junto a la sección rítmica que completan el batería Christopher Williams y el bajista Martin Motnik, se encargó de dejar patente que siguen estando en un excelente estado de forma.
Pero antes de que las hordas que capitanea el carismático Wolf Hoffmann tomaran el recinto tendríamos ocasión de deleitarnos con una soberana sesión del mejor rock n´ roll de manos de una formación que sabe aunar a la perfección presente y pasado. Por supuesto, no creo que nadie pueda rebatir que el gran reclamo de Phil Campbell And The Bastard Sons, es volver a escuchar algunos de los temas que el guitarrista galés solía interpretar cuando estaba en Motörhead. Sin embargo, sería injusto pensar que la banda no tiene más cosas que ofrecer, y es que desde que iniciaran su andadura tras la llorada perdida de Lemmy, allá por 2016, la banda ha publicado tres largos, siendo en mi opinión su más reciente entrega “Kings Of The Asylum”, su mejor obra. Y eso ha sido en parte gracias a la incorporación del vocalista Joel Peters, cuya voz y presencia escénica se han ajustado como un guante a la personalidad e idiosincrasia que transmiten los “miembros del clan Campbell”.
Ante una sala todavía a medio gas, y con el público accediendo al recinto de forma escalonada, Phil Campbell y sus muchachos tomaban posiciones, contando como único elemento escénico con una gran lona trasera con la portada de su última entrega de estudio. Por supuesto que el quinteto no necesitó nada más, lo suyo es el rock n´roll ácido, directo, enérgico y cañero. Y eso fue precisamente lo que nos ofrecieron desde que dieron el pistoletazo de salida a su descarga con toda una declaración de intenciones como “We´re The Bastards”, que se convirtió en su mejor carta de presentación. Lógicamente el centro de todas las miradas fue el veterano guitarrista galés, aunque en ningún momento quiso acaparar todo el protagonismo. Es más, supo delegar en sus acompañantes, dejando que fuera su hijo Todd quien se hiciera cargo de algunos solos.
Me gustó mucho la garra, la frescura y la actitud de una banda a la que se le vio disfrutar sobre las tablas, y cuya personalidad quedó plasmada en el rollo macarra y descarado de su frontman, Joel Peters, quien salió a escena luciendo gafas de sol y no paró de animar y buscar la complicidad de las primeras filas durante todo el show. De modo que temas marchosos como “Freak Show”, con ese riff que parece un guiño indisimulado al material más clásico de Ac Dc, sirvió para que a los más animados no les faltarán excusas para mover los pies. No tardaría en llegar lo que muchos estaban esperando, y es que para rubricar su triunfal arranque el quinteto optó por proponernos el primer guiño al pasado, dejando que ese speedico boogie que lleva por título “Going To Brazil”, desatará la locura en la sala.
Habiendo hecho cantar al personal, y con la gente ya muy metida en su descarga, era un buen momento para incidir en su propio material. De modo que la elegida para volver a centrar nuestro objetivo en su obra del pasado año y proseguir con la fiesta fue “Schizophrenia”. Acto seguido sería el inquietante bajo de Tyla el que se encargó de llevar “la voz cantante”, durante los compases iniciales de la más contemporizada “High Rule”, que fue la escogida para representar el material de lo que fue su primer largo: “The Age Of Absurdity”.
Sin duda fue uno de los momentos de la noche, y es que el personal se dejó literalmente las palmas de las manos para acompañar el arranque de “Born To Raise Hell”, con toda la sala saltando y coreando su rotundo estribillo mientras Joel se encaramaba sobre una de las plataformas para mirar complacido la reacción de las primeras filas antes de acabar recabando una cerrada ovación. Por supuesto que ante semejante explosión de euforia iba a ser muy difícil que el quinteto consiguiera mantener el nivel de intensidad del show, quizás por ello fue el propio Phil quien se encargó de presentar un “Straight Up”, que pasó algo desapercibido.
No podía faltar, sería prácticamente un sacrilegio. Y es que en “cualquier banda” que toque de cerca a Motörhead no puede faltar el particular homenaje al que para muchos es su tema más insigne y conocido: “Ace Of Spades”, que hacia que nuevamente la sala se viniera literalmente abajo. Esa vertiente gamberra, callejera y, porque no decirlo, macarra seguiría manteniéndose intacta durante “Strike The Match”. Sin embargo, el último proyectil que se reservaba la familia Campbell fue el imprescindible “Killed By Death”, que arrancaba con Joel elevando su dedo corazón para dejar que posteriormente Phil y Todd se repartieran los solos antes de dar por concluida una descarga que hizo las delicias de todos los presentes. En definitiva, mientras Phil Campbell and The Bastard Sons sigan en la carretera el legado de Motörhead está en buenas manos.
No importa cuantas veces Accept visiten la capital catalana ya que sus fieles siempre acostumbran a responder a la llamada, y en esta ocasión presentando su más reciente “Humanoid”, no iba a ser una excepción. Por supuesto, no fue una sorpresa, que gran parte de los presentes hubieran ya superado con creces la cuarentena. Sin embargo, también pudimos ver algún joven seguidor que seguramente se ha sumado a los huestes del combo germano durante esta última etapa con Mark Tornillo al frente. Me gustó mucho como la banda estructuró su repertorio, mezclando algunos temas que han publicado en los últimos quince años, -haciendo especial hincapié en el material de la obra que lanzaron a principios de este mismo 2024-, junto a una retahíla de clásicos que por derecho propio se han acabado convirtiéndose en himnos imprescindibles para cualquier seguidor del heavy metal que se precie.
En cuanto al escenario nos presentaron una distribución bastante clásica, con un gran telón en la parte trasera con la portada de “Humanoid”, la batería situada sobre una tarima con cuatro torres de luces verticales, a la que se podía acceder por sendas escalinatas, y que dejaba espacio para que Lulis y Motnik se posicionaran a los lados de Williams. En primera línea de fuego nos encontramos con los otros dos “hachas”, Shouse y Mr. Hoffmann, y por supuesto al frente de la “nave” un Mike Tornillo que salió con su inseparable gorra enroscada en la cabeza, sus gafas de sol, y su chaleco. Si hablamos de indumentaria, por supuesto que no faltaron los chalecos, las cadenas, el cuero, las tachas, los remaches..., y todos los clichés clásicos que uno espera encontrarse en una descarga de puro heavy metal.
Otro detalle a destacar fue la entrega de todos los miembros de la formación germana. Quizás, a estas alturas, muchos podrían esperar que únicamente Hoffmann y Tornillo fueran quienes se encargaran de tirar del carro acompañados por un elenco de músicos de sobrada solvencia que se dedicaran a cumplir. Pero nada más lejos de la realidad, ya que vimos a una banda que funcionó con la precisión de un reloj, poniendo mucha pasión, entrega, cuadrando esos coros tan personales y característicos que se han convertido en santo y seña de su sonido, amén de hacernos disfrutar con esos movimientos escénicos que nos dejaban a los tres “hachas” agitando sus “flechas” sincronizadamente.
Precedidos de los cánticos del personal, y acompañados por unas intensas tonalidades rojizas que bañaron todo el local, Accept irrumpían en escena para rápidamente tomar posiciones y dejar que los rotundos guitarrazos de “The Reckoning”, se encargarán de romper el hielo y abrir fuego. La conexión con el personal fue instantánea. El sonido duro, potente y machacón sirvió para que el público se implicará en la descarga desde el minuto cero, y más cuando pudimos comprobar que la garganta de Tornillo sonaba tan afilada y destructiva como de costumbre, con lo que los puños no tardaron en elevarse para corear junto al vocalista americano su rotundo y certero estribillo. Sin apenas darnos tiempo para recuperarnos del impacto inicial unos poderosos redobles, -con cierto toque marcial-, nos anunciaban la llegada de otra de las nuevas “Humanoid”, para acto seguido permitirnos disfrutar en todo su esplendor del cuidado tratamiento que los germanos dispensan a sus excelsos pasajes instrumentales, dejando claro que la contundencia no esta reñida con el buen gusto a la hora de tratar las melodías.
Con tan solo dos temas, en poco más de diez minutos, Mr. Hoffmann y sus acólitos ya tenían al personal comiendo de la palma de su mano. Pero la fiesta no había hecho más que empezar. De modo que por si todavía los ánimos no estaban suficientemente caldeados, el primer gran momento de la noche no tardaría en llegar. “Retless And Wild”, fue la excusa para poner la sala literalmente patas arriba, con todo el público desgallitándose y agitando la cabeza como si le fuera la vida en ello. Evidentemente, fue en momentos como este, o durante la siguiente “London Leatherboys”, cuando los fans más veteranos de Accept se dejaron notar con fuerza: cantando, moviéndose, y lo que es más importante sin echar de menos, por lo menos aparentemente, la figura, la voz y la rotunda personalidad del mítico Udo. Tras habernos dado sobrados argumentos para dejar patente el porque han sido y siguen siendo una banda fundamental dentro del heavy metal, tocaba desengrasar un poco la situación y hacer gala de su faceta más vacilona y gamberra, y para ello que mejor que dejarnos arrastrar por el riff netamente hard rockero del novedoso “Straight Up Jack”, con Philip Shouse encargándose de la parte solista mientras que la imponente estampa de un Hoffmann, por el que parece que no pasan los años, se paseaba por el escenario pasando revista a las primeras filas con su penetrante mirada.
Tras darnos las gracias, fue el propio guitarrista quien se encargó de espetarnos el rotundo riff que marcó el inicio de la oscura y despiadada “The Abyss”, primer recuerdo que se permitieron a lo que fue el debut de Tornillo con la banda: “Blood Of The Nations”, permitiéndonos, ahora sí, recuperar mínimamente el aliento tras un arranque verdaderamente descomunal para posteriormente dar rienda suelta a su faceta más melódica y épica, con un Tornillo estratosférico que rasgó al máximo sus cuerdas vocales. Con la sección rítmica marcando implacablemente el paso arrancaba la fantasmagórica “Dying Breed”, que nos dejaba a toda la sección de cuerda anclada ante sus micrófonos para apoyar a la hora de entonar su reconocible melodía, dejando claro que los alemanes no son partidarios de llevar “coros enlatados”.
El nivel de revoluciones y de intensidad volvería a elevarse cuando el sexteto aceleró el paso para deleitarnos con otra de las composiciones que lleva décadas acompañándoles “Breaker”, que volvía a hacer que todos los presentes elevaran los puños cada vez que tocaba corear su implacable estribillo para posteriormente acompañar con palmas los momentos previos al delirante duelo que protagonizaron Hoffmann y Shouse, y que concluyó con ambos hachas “barriendo” al personal con sus flechas desde la pequeña tarima que había situada en la parte frontal del escenario. Una nueva incursión sobre su material más reciente serviría como excusa para adentrarnos en “Southside Of Hell”, que, aunque compacta y teniendo un rotundo estribillo, sonó con algo menos de pegada.
Si uno revisa el interminable catálogo de himnos que han escrito Accept a lo largo de su longeva carrera, resulta obvio que en dos horas de show no cabrían todos, y más si tenemos que sumarle algún tema de nuevo cuño. De modo que para encarar el ecuador de su descarga los germanos nos propusieron un medley que incluyó retazos de piezas como “Demon´s Night”, “Starlight”, la coreadísima “Losers And Winners”, y la eléctrica y marchosa “Flash Rockin´ Man”, brindándonos así unos rápidos y efectivos guiños a sus primeras entregas de estudio. La vuelta sobre el material de la era Tornillo llegaría de manos de “Shadow Soldiers”, dejándonos la estampa del vocalista clavado en el centro del escenario mientras era flanqueado por Hoffmann y Shouse para acabar recabando la cerrada ovación de un respetable que a estas alturas de la velada estaba ya completamente entregado.
Evidentemente, no podía faltar. El respetable tenía muchas ganas de cantar, de divertirse, de darlo todo. De modo que cuando el público reconoció la melodía de “Princess Of The Dawn”, la sala se convirtió en un auténtico hervidero, con todo el mundo acompañando con palmas y entonando esa melodía que todo heavy que se precie ha tarareado en infinidad de ocasiones. Ya no había vuelta atrás, la euforia se desató definitivamente cuando los germanos anunciaron que había llegado el momento de atacar esa declaración de principios que abría y daba título a lo que fue su sexta entrega de estudio en 1985: “Metal Heart”, y es que a día de hoy continua emocionando ver como la gente se deja la garganta para corear su imparable estribillo.
Aunque puede sonar a sacrilegio, un servidor es de los que piensa que el material que Accept han facturado en los últimos años puede mirar directamente a los ojos al que publicaron durante lo que podríamos denominar como sus años clásicos. Y es que piezas cargadas de épica metalera como “Teutonic Terror”, -que llegó acompañada de la aparición de unas imponentes columnas de humo, encarando la recta final del show-, siguen conservando la garra, la personalidad y la esencia de lo que debe ser el heavy metal en pleno siglo XXI. La furia metalera no se detendría ya que “Pandemic”, fue recibida como si fuera un clásico más, con la gente volviendo a entonar su melodía, antes que los guitarristas se embarcaran en una rotunda sucesión de desarrollos solistas que sirvieron como punto de partida para encarar su apocalíptica recta final.
No tardaría mucho el sexteto en retornar sobre las tablas para rematar la velada. Su vuelta fue fulgurante, precedidos de la conocida cantinela que sirve como preámbulo para el bombardeante y frenético “Fast As A Shark”, que arrancaba con Tornillo lanzando un tiburón hinchable al público y que se zanjó con todos los presentes levantando los puños nuevamente para cantar junto a la banda. Tras una pequeño speech en el que Tornillo nos agradeció la entrega, fue Hoffmann quien se arrancó con otro de esos riffs inmortales, el de “Balls To The Wall”, con la gente primero entonando su melodía para posteriormente hacer que prácticamente fuera imposible escuchar la afilada voz de Tornillo cada vez que llegaba el momento de atacar su legendario estribillo. El fin de fiesta definitivo, el broche de oro para una noche de auténtico heavy metal, lo puso el gamberro y juerguista “I´m A Rebel”.
Llevan toda la vida en la carretera. Su nombre ha estado en los carteles de los festivales más emblemáticos, prestigiosos y multitudinarios de la escena internacional. Además, están a las puertas de incorporarse al selecto club de formaciones que llevan en activo la friolera de medio siglo, y aún así Accept siguen saliendo cada noche a comerse el escenario, dispuestos a noquear a sus seguidores, a dejarlos afónicos y exhaustos antes mandarlos a casa con una sonrisa dibujada en el rostro.
TEXT:ALFONSO DIAZ
FOTOS:CARLOS OLIVER
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