Lo primero que me gustaría destacar fue el montaje escénico que presentaron Mr. Holmes y sus acompañantes, contando con un cuidado montaje de audiovisuales que incluyó diferentes proyecciones en la parte trasera del escenario, un cuidado juego de luces, e incluso unos lasers en la parte superior. En definitiva, una puesta en escena muy trabajada y poco habitual en las bandas que acostumbran a tocar en esta sala. En cuanto al sonido fue bastante bueno en líneas generales. Aunque personalmente me hubiera gustado que en algún pasaje muy concreto la guitarra de Mike Holmes hubiera estado un poco más alta. Sin embargo, esto no empañó para nada las prestaciones de una banda que se mostró sólida, rotunda, elegante y que, sin ninguna clase de discusión, acabó convenciendo plenamente a todos y cada uno de los seguidores que esta noche acudieron al show.
Y no es para menos, ya que si instrumentalmente estuvieron a un excelso, mención especial merece su vocalista Peter Nicholls. Quizás, al igual que el resto de sus compañeros, no se mostró muy efusivo en escena, pero lo cierto es que desde su posición, -muy cerca de su pie de micro, situado en el centro del escenario-, dominó en todo momento la situación: gesticulando mientras interpretaba los temas, alentando al personal a acompañara con palmas, invitándonos a cantar..., mostrándose en todo momento como un frontman de lo más cercano y carismático.
Por supuesto que cualquier seguidor del combo británico convendrá conmigo que su música es para ser disfrutada con los cinco sentidos, ya que te atrapa y te captura, absorbiéndote para invitarte a que formes parte de la travesía sonora por la que el quinteto nos guió al adentrarnos en los vibrantes vaivenes contenidos en la deliciosa “Sacred Ground”, que fue reconocida rápidamente por los más fieles y que sirvió para el primer alarde solista de un Mike Holmes que, - luciendo una deslumbrante e impoluta camisa blanca-, se mostró soberbio a lo largo de todo el show. Tras haber conseguido crear una estrecha conexión con sus seguidores, llegaba el momento de presentar algo de nuevo material. De modo que unas proyecciones de tintes hipnóticos serían las elegidas para ambientar “Dominion”, que arrancaba de forma relajada, dándonos la oportunidad de disfrutar de la faceta más sofisticada y elegante del quinteto para posteriormente conducirnos sobre unos trepidantes increscendos. Pero, sin duda, el gran protagonista de esta primera incursión en el material de su último lanzamiento fue Neil Durant que alternó la elegancia de los sonidos del piano con la vertiente más vanguardista que aportaron los sintetizadores.
La dinámica del show cambiaría drásticamente con la llegada de “Subterranea”, que fue el primer guiño que se permitieron a su catálogo noventero sirviéndoles para mostrar su vertiente más netamente roquera, un corte lleno de garra y vitalidad que acabó contagiando a un público que acompañó con palmas y cantó el estribillo siguiendo las indicaciones de Mr. Nicholls para acabar convirtiéndose en uno de los momentos álgidos del show, tal y como se encargó de rubricar la rotunda ovación que el público tributó al combo británico. Iba a ser difícil mantener el nivel de complicidad que IQ habían conseguido crear con su fiel parroquia de incondicionales durante los compases iniciales del show. De modo que para proseguir nuestro viaje la banda optó por desplegar toda la intensidad emocional contenida en los compases iniciales de “Guiding Light”, con Nicholls y Durant poniéndonos los pelos de punto en el arranque para dejar que posteriormente se les unieran el resto de sus compañeros para plasmar su maestría haciéndonos transitar a través de diferentes ambientaciones y sonoridades llegando incluso a brindarnos algún rotundo increscendo preñado de matices épicos.
Una nueva mirada sobre las composiciones del fantástico “Frequency”, serviría como excusa para elevarnos sobre las cumbres nevadas , -proyectadas en la parte trasera del escenario-, siguiendo la estela de “Closer”, que nos guiaba a través de su idílico desarrollo hasta que hacia la mitad del tema Peter Nicholls empezó a elevar los brazos lentamente y de forma paulatina hasta alzarlos completamente haciendo explotar a la banda y al público en una catarsis instrumental absolutamente arrolladora. Muchos fueron los pasajes a lo largo de la velada en los IQ dejaron patente con argumentos musicales su maestría, no sólo como instrumentistas, sino también a la hora de plasmar su polivalencia a la hora por transitar diferentes senderos estilísticos. Sin embargo, para un servidor, el gran momento de la noche fue precisamente uno de sus números más oscuros y dramáticos: “The Road Of Bones”, y creo que fue gracias a la puesta en escena que lo acompañó, con Nicholls luciendo gafas de sol y guantes blancos para acabar llevándose las manos al cuello y simular su propio estrangulamiento.Tras recabar la cerrada ovación de unos seguidores que a estas alturas de la velada habían caído ya rendidos ante sus “héroes”, tocaba encarar la recta final del show y para ello que mejor que brindarnos otro guiño a su material noventero con la introspectiva “Further Away”.
Tras unos instantes en los que el escenario quedó sumido en la más absoluta penumbra los miembros de la banda no tardaron mucho en regresar para dar el pistoletazo de salida a los bises dando buena cuenta de otra pieza contenida en “Ever”: “Darkest Hour”, que pese al título desplegó toda la luminosidad de sus avasalladoras melodías en el arranque para dejar que posteriormente Nicholls empuñara una pandereta para dar más consistencia a su implacable sección rítmica. Lamentablemente, el show estaba llegando a su fin. Pero antes de marcharse definitivamente los británicos todavía tendrían ocasión de plasmar la conexión que habían logrado con sus seguidores poniendo a todo el personal a cantar el marcial cántico que sirvió como introducción para la final “Ten Million Demons”, poniendo así la rúbrica a una velada absolutamente memorable.
TEXTO:ALFONSO DIAZ
FOTOS:ALFREDO RODRIGUEZ ESPADA
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